Ciprés.
(Agua estancada)
Chopo.
(Agua cristalina)
Mimbre.
(Agua profunda)
Corazón.
(Agua de pupila)
Me miré en tus ojos
pensando en tu alma.
Adelfa blanca.
Me miré en tus ojos
pensando en tu boca.
Adelfa roja.
Me miré en tus ojos.
¡Pero estabas muerta!
Adelfa negra.
El remanso del aire
bajo la rama del eco.
El remanso del agua
bajo fronda de luceros.
El remanso de tu boca
bajo espesura de besos.
Ya viene la noche.
Golpean rayos de luna
sobre el yunque de la tarde.
Ya viene la noche.
Un árbol grande se abriga
con palabras de cantares.
Ya viene la noche.
Si tú vinieras a verme
por los senderos del aire.
Ya viene la noche.
Me encontrarías llorando
bajo los álamos grandes.
¡Ay morena!
Bajo los álamos grandes.
La luna va por el agua.
¡Cómo está el cielo tranquilo!
Va segando lentamente
el temblor viejo del río
mientras que una rama joven
la toma por espejito.
En lo alto de aquel monte
un arbolito verde.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Olivares soñolientos
bajan al llano caliente.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Ni ovejas blancas ni perro
ni cayado ni amor tienes.
Pastor que vas.
Como una sombra de oro,
en el trigal te disuelves.
Pastor que vienes.
La tierra estaba
amarilla.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Ni luna blanca
ni estrella lucían.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Vendimiadora morena
corta el llanto de la viña.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
Los bueyes tienen ritmo
de campanas antiguas
y ojos de pájaro.
Son para las mañanas
de niebla, y sin embargo
horadan la naranja
del aire, en el verano.
Viejos desde que nacen
no tienen amo
y recuerdan las alas
de sus costados.
Los bueyes
siempre van suspirando
por los campos de Ruth
en busca del vado,
del eterno vado,
borrachos de luceros
a rumiarse sus llantos.
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Yo la imagino esta tarde
que soy santo.
Me pusieron la luna
en las manos.
Yo la puse otra vez
en los espacios
y el Señor me premió
con la rosa y el halo.
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Y ahora voy
por este campo
a librar a las niñas
de galanes malos
y dar monedas de oro
a todos los muchachos.
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Sobre el cielo
El bosque centenario
penetra en la ciudad,
pero elbosque está dentro
del mar.
Hay flechas en el aire
y guerreros que van
perdidos entre ramas
de coral.
Sobre las casas nuevas
se mueve un encinar
y tiene el cielo enormes
curvas de cristal.
Por los altos corredores
se pasean dos señores.
(Cielo
nuevo.
¡Cielo
azul!)
... se pasean dos señores
que antes fueron blancos monjes.
(Cielo
medio.
¡Cielo
morado!)
... se pasean dos señores
que antes fueron cazadores.
(Cielo
viejo.
¡Cielo
de oro!)
... se pasean dos señores
que antes fueron...
Noche.
A Isabel Clara, mi ahijada.
Fuente clara.
Cielo claro.
¡Oh, cómo se agrandan
los pájaros!
Cielo claro.
Fuente clara.
¡Oh, cómo relumbran
las naranjas!
Fuente.
Cielo.
¡Oh, cómo el trigo
es tierno!
Cielo.
Fuente.
¡Oh, cómo el trigo
es verde!
Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso
de silencio,
de un blanco silencio,
anillo formidable
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.
Por las ramas
indecisas
iba una doncella
que era la vida.
Por las ramas
indecisas.
Con un espejito
reflejaba el día
que era un resplandor
de su frente limpia.
Por las ramas
indecisas.
Sobre las tinieblas
andaba perdida,
llorando rocío,
del tiempo cautiva.
Por las ramas
indecisas.